Un sábado en la tarde, no de marzo ni abril, más bien era de Junio, en la que el sol apenas asomaba por las nubes grises de la capital, me encontré con un extraño querido por sus letras. Encantada toqué un poco más de el, me acerqué a su Coatzacoalcos natal, me presentó dos de sus amigos y me regaló versos de Sabina, Serrano, Escobar y Delgadillo; un poco de Coti le pasé yo y alguno que otro retrato. Una tarde normal de junio, llegó a mí ese extraño y me abrió su mundo como si hace años nuestros caminos se hubieran topado. Una tarde, unas cuantas horas bastaron para afirmar las palabras que el mismo me ha mostrado: “Soy vecino de este mundo por un rato y hoy coincide que también tu estás aquí, ¡Coincidencias tan extrañas de la vida!, tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio…¡y Coincidir!” Un abrazo para aquel que tiene una buhardilla frente al mar.
Poesía antes de la Poesía